miércoles, 9 de noviembre de 2011

Logré cambiar el cigarrillo por el humo de una fogata



La vida les cambió a 102 jóvenes de un refugio en El Silencio que ahora son scouts.

Con 12 años, Keyler Acuña no conocía el mar, pero tuvo un estreno de lujo. "Ah, así que esto es la playa", dijo impresionado frente a las aguas azul turquesa de Mochima.

Keyler vive desde hace un año en el refugio Bicentenario, ubicado en el Pasaje Zingg (sede del Instituto Geográfico de Venezuela) y en abril se convirtió en scout gracias a Freddy Martínez y a otros cuatro adultos que tuvieron la iniciativa de formar una tropa en el lugar que alberga a 376 familias damnificadas de Caricuao y Vargas.

"Nos sentamos a pensar que las personas que viven en los refugios están muy necesitadas de vida al aire libre", explica Martínez, Jefe de Tropa del Grupo Scout Bicentenario. Y los 102 jóvenes de este albergue del Ministerio del Ambiente no solo han aprendido a amar la naturaleza. Se les ha enseñado los valores de la convivencia y del trabajo en equipo, a tener conciencia y a ser líderes.

Sembrar la filosofía scout en el refugio no fue sencillo. "Ni los niños ni los adultos nos querían. 'Ustedes sí son bobos usando esa corbata'", nos decían. En el primer paseo que hicieron a Ávila Mágica, en abril, "eran más de 300 personas y querían que les lleváramos la comida a donde estaban sentados", recuerda Martínez los inicios, cuando, todas las tardes, después de salir del trabajo, iba al refugio con sus compañeros para realizar tareas dirigidas.

En ese proceso, Darwin, de 13 años, aprendió a leer y otro niño de 11 dejó de fumar. "Yo cambié el cigarrillo por el humo de una fogata. Ya tengo cinco meses sin fumar", dijo el pequeño, quien abandonó el refugio hace poco cuando a su familia le asignaron una vivienda, pero continúa en la tropa.

Los adultos del refugio son los que más agradecen la transformación que llegó de la mano de los exploradores. "Los jóvenes han cambiado hasta su forma de hablar, de verdad que la vida nos cambió", dice Carmen, la abuela de Joiner, el orgullo del Grupo Scout Bicentenario. "Él siempre llega temprano, está pendiente de todo, motiva a sus compañeros, es como el Pepe Grillo, la conciencia del grupo", cuenta Martínez.

Ahora el orden del albergue está en manos de los scouts. Realizan jornadas para pintar el lugar, organizan bingos bailables para recaudar fondos. Les enseñan a los adultos cómo reciclar la basura, llevan la batuta en la limpieza y están pendientes de ahorrar electricidad. También han mejorado sus notas.

Los integrantes de la tropa tienen entre 7 y 21 años y están divididos en cuatro patrullas, además hay ocho adultos del refugio que se convirtieron en líderes scouts. En estos seis meses además de Mochima, han ido a las Cuevas del Guácharo y a la represa de Yacambú. En playa Escondida recolectaron botellas de plástico y de vidrio y concientizaron a las personas que estaban allí sobre la importancia del reciclaje.

Martínez resalta el apoyo que han recibido de las autoridades del Ministerio del Ambiente, un factor clave en el éxito de la iniciativa. "Ellos costearon los uniformes y también nos facilitan la comida y el transporte. Invitamos a todas las asociaciones de scouts y a los diferentes entes del gobierno que están al frente de refugios a que apoyen este tipo de proyectos. La solución es inyectar valores sin importar la política. Los scouts tienen que llegar a los barrios y a los refugios sin miedo. El próximo año vamos a fundar varios grupos en Coche y Las Mayas".

Para conocer más detalles sobre esta tropa puede visitar www.gruposcoutbicentenario.mex.tl o su página en facebook: gruposcoutbicentenario.

DELIA MENESES |  EL UNIVERSAL